Şalgam

El lunes por la noche fui a un restaurante turco con especialidades anatolias en Londres, muy cerca de la estación de Waterloo. Realmente bueno sin pasarse con el precio: Tas The Cut.

Para beber me pedí una cosa que no sabía que era y que se anunciaba en el menú como «Salgam». Me trajeron un vaso con un líquido lila, no alcohólico, salado y con un sabor diferente e interesante que me gustó mucho.

Vaso de Salgam en el Tas The Cut de Londres

El nombre correcto de la bebida es Şalgam Suyu con una extraña S al inicio que se ha transformado en una S convencional en el menú. Literalmente significa jugo de colinabo aunque su preparación es algo más que eso.

Se prepara con el jugo de zanahorias en escabeche al que se le añade mucha sal y que se sazona con un colinabo especial llamado çelem y que se ha fermentado previamente. Se sirve frío y se suele acompañar con zanahorias, pepinillos o aceitunas encurtidas o en escabeche. Según he leído, se consume abundantemente en el sur de Turquía.

Creo que voy a claudicar en mi esperanza de poder elaborar salgam en casa porque lo veo realmente complicado.

La piedra de la paciencia

Después de leer durante mucho tiempo en mi Kindle, creo que estoy reencontrándome con el placer de leer en papel. La diferencia es que he comenzado a comprar libros de segunda mano a un precio irrisorio comparados con lo que cuestan nuevos o en el Kindle.

Al final, no vale la pena pagar 10 o 20 euros por un libro nuevo y de esta forma hacemos más sostenible todo el proceso, incluídos los precios, excesivos dede mi punto de vista, en Amazon. Por el barrio de Gràcia, en Barcelona, hay un montón de librerías que ofrecen libros usados por 1, 2 o 3 euros.

La Piedra de la paciencia, de Atiq Rahimi, lo encontré de casualidad en una de esas librerias de usados y me lo terminé ayer.

Es una pequeña novela ambientada en Afganistan y narra la vida de una mujer durante unos cuantos días, con su marido apostado en una cama en estado vegetativo a causa de un disparo. Intimista, efectiva y fácil de leer, no dejará a nadie indiferente.

Piumorcat (Pueyo de Morcat)

Aprovechando que llovía bastante el fin de semana, decidimos hacer un poco de exploración por la zona y nos aventuramos con el coche en dirección al Puerto de Serrablo desde Boltaña y un poquito antes de alcanzarlo nos desvíamos a la izquierda por una carretera, si se le puede dar ese nombre, hacia Pueyo de Morcat o Piumorcat, su nombre antiguo.

Después de unos 15 minutos, llegamos a un desolado pueblo con un par o tres de casas habitadas solamente en un paraje surcado por suaves colinas ultra verdes, prados, vacas y ovejas.

Pueyo de Morcat, Huesca

En el pueblo destaca la magestuosa iglesia del siglo XVII, hoy en estado ruinoso, y las antiguas casas con la arquitectura típica del Sobrarbe aragonés.

Pueyo de Morcat, municipio de Botaña

El pueblo está ubicado a unos 1.150 metros de altitud sobre el nivel del mar y se formo como un conglomerado de casas en torno a un pequeño castillo que se mantuvo en funcionamiento hasta el siglo XV.

Día de lluvia en Boltaña

El fin de semana pasado estuvimos en Boltaña y el sábado subimos casi hasta Murillo de Sampietro aunque nos dimos la vuelta cuando la lluvia se convirtió en el diluvio universal.

Cuando llegamos de vuelta al pueblo, así lucía el Barranco de San Martín, que habitualmente lleva un hilillo de agua solamente.

Guerra

Seguimos obsesionados con pelearnos entre nosotros. Por envolvernos en banderas que no nos han dado nada, más allá de un himno, una religión, un mundial o símplemente unas palabras que resuenan en nuestra tonta cabeza y que nos hacen pensar que los «otros» son los malos. Los más malos del mundo, y que hay que insultarlos, denigrarlos y porqué no, matarlos.

Al final unos pocos mueven su fantástica dialéctica y su fantástica maquinaria de marketing para hacernos pensar y creer lo que ellos quieren. Para llevarnos donde quieren llevarnos. Para odiar a otros. Para querer matarlos. Incluso por querer morir por ello. Ha sido así desde siempre, desde que hay memoria, desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer. La manipulación de los más tontos por parte de los más listos. Y sangre, mucha sangre y lágrimas.

Es entre tanto sufrimiento que vi ayer, casi por casualidad, esta fotografía casi poética que es el más vivo retrato de lo que es una guerra, del polvo que la envuelve, de la tecnología, del sufrimiento y en definitiva del despropósito que todo ella representa.

Israel, Ayal Margolin – Reuters

La fotografía ha sido realizada esta semana por Ayal Margolin para la agencia Reuters en Israel pero podría ser Vietnam, Irak, Ucrania o símplemente una película que vemos cómodamente desde el sofá de casa.

La paz y la tranquilidad en Frankfurt

Esta semana he estado en nuestra oficina de Sage en Frankfurt (técnicamente Frankfurt am Maine) y cuando les contaba a mis compañeros que a mis hijos les encantan las salchichas de Frankfurt y que me habían pedido que les trajera, se quedaron un poco con cara «no se qué nos está contando».

Por mucho que les enseñé fotos y la wikipedia donde explica lo que son, me siguieron diciendo que no se llaman así, y que no saben lo que son las «frankfurter». Ya investugaré un poco sobre ello en otra ocasión.

El caso es que la oficina de Sage en la ciudad de las salchichas me gustó mucho y sobretodo la paz que se respira en ella gracias al poco ruido, la decoración vegetal y pequeños detalles como esta pared en la que colgaban cuadros donde cada uno de ellos de forma individual transmitía tranquilidad y sosiego.

La oficina de Sage en Frankfurt

Vale la pena clicar en la imagen para poder hacer zoom sobre las fotos que estaban colgadas. Quizás sería una buena idea ponerme algún tipo de mural así en mi dormitorio para darle aun más paz. Obviamente con fotos hechas por mi.

De nuevo en la Peña Montañesa

Pocas montañas existen tan icónicas en los Pirineos como la Peña Montañesa.

Sí, claro, tenemos el Monte Perdido y el Aneto y la Pica d’Estats y el Pedraforca pero de verdad que ninguna puede competir con la magestuosidad de la Peña Montañesa y su solitario entorno en el que es prácticamente imposible coincidir con alguien en su ascensión desde Laspuña subiendo por la Collada.

Una vez más, en los últimos días de agosto intentamos su ascensión con Pol (6 años) y Blanca (4 años) para ver hasta donde podíamos subir. Alcanzar los casi 2.300 metros de su pico es una tarea complicada pero algún día lo conseguiremos.

Pol y Blanca ascendiendo a la Peña Montañesa

En esta ocasión llegamos hasta los 1.725 metros de altitud según mi Garmin por lo que aun nos queda un poquito para intentar alcanzar la cima de forma seria. También es cierto que comenzamos a andar muuuuy tarde pasadas ya las 11 de la mañana.

Blanca subiendo a la Peña Montañesa

Aunque Pol estaba muy fuerte y hubiésemos podido llegar hasta arriba, Blanca iba un poco más justa de fuerzas y decidimos darnos la vuelta cuando alcanzamos un paso que requería un poco más de técnica y concentración.

La ruta completa y mapas puedes consultarlos en el Garmin Connect.

Pol y Blanca descendiendo la Peña Montañesa

La clave, como siempre para subir con niños, es venirse con el calzado adecuado tanto para ellos como para ti y traerse un buen desayuno para comerlo por el monte.

El grip en las zapatillas o botas de montaña es algo esencial, especialmente en el ascenso a la Peña Montañesa ya que las pendientes son muy pronunciadas. En mi caso, aun es mucho más importante que para Pol y Blanca ya que en pasos difíciles tengo que darles la mano no solo en estático sino también mientras yo estoy andando también y es esencial que tenga puntos de apoyo super-estables.

Muerte épica

Cuando me llegue el momento de terminar aquí, en la vida terrenal, y tenga que aventurarme en la siguiente etapa en la vida eterna, tengo muy claro como me gustaría irme.

Nada, absolutamente nada, me parecería más épico, epopéyico y el broche final a toda una vida de felicidad extrema que morir a los 80, 90 0 100 años tras cruzar la línea de meta de una maratón.

Eso querría decir que he agotado la vida hasta su últmo suspiro, que no me resigné a los 70 a quedarme en el sofá viendo la tele y que la vida me sonrió siempre porqué yo le sonreí a ella, como me decía ayer Maria.