La piedra de la paciencia

Después de leer durante mucho tiempo en mi Kindle, creo que estoy reencontrándome con el placer de leer en papel. La diferencia es que he comenzado a comprar libros de segunda mano a un precio irrisorio comparados con lo que cuestan nuevos o en el Kindle.

Al final, no vale la pena pagar 10 o 20 euros por un libro nuevo y de esta forma hacemos más sostenible todo el proceso, incluídos los precios, excesivos dede mi punto de vista, en Amazon. Por el barrio de Gràcia, en Barcelona, hay un montón de librerías que ofrecen libros usados por 1, 2 o 3 euros.

La Piedra de la paciencia, de Atiq Rahimi, lo encontré de casualidad en una de esas librerias de usados y me lo terminé ayer.

Es una pequeña novela ambientada en Afganistan y narra la vida de una mujer durante unos cuantos días, con su marido apostado en una cama en estado vegetativo a causa de un disparo. Intimista, efectiva y fácil de leer, no dejará a nadie indiferente.

La oficina de cartas muertas

Spoiler Alert: Si tienes intención de leerte «Bartleby, el escribiente» de H.Melville, no sigas leyendo.

Definitivamente, Herman Melville se avanzó a su tiempo con «Bartleby, el escribiente» y quizás por eso nunca fue un autor de éxito en vida. La resistencia pasiva con inspiraciones gandhinianas (aunque Gandhi es posterior a este libro, escrito en 1853) desemboca en un final épico y triste al que la última página de la novela le pone el broche de oro.

La tristeza y soledad a la que se ve abocada la vida de Bartleby intenta justificarse en el hecho de que había trabajado en la oficina de cartas muertas de Washington.

Es necesario viajar al siglo XIX en Estados Unidos para comprender la fuerza de esos últimos párrafos, cuando el correo era la única forma de comunicación entre personas alejadas y especialmente en Estados Unidos, muy alejadas.

La oficina de cartas muertas en el US Postal Service (USPS) era la encargada de procesar todas las cartas que no habían podido ser entregadas por cualquier motivo y que carecían de remitente válido. El trabajo de Bartleby consistía en abrir esas cartas e intentar encontrar pistas para poder enviarlas o devolverlas a sus destinatarios o autores.

¿Puede alguien imaginar cuantas historias podían encerrarse en una sola carta?. Obviamente, la mayor parte de ellas terminaban quemadas por no poder ser entregadas, mensajes que nunca llegarían a su destino, cartas de amor convertidas en desamor, conexiones rotas para siempre, familias perdidas y probablemente soledad, mucha soledad. Y tristeza. Esa tristeza que indudablemente convirtió a Bartleby en esa persona mínima que muere silenciosamente tal como había vivido. Como el había preferido vivir.

Crónica de un fracaso en Afganistán

Pocas personas conocen Afganistán mejor que Mónica Bernabé. Ella vivió en el país durante más de una decada y ha sido capaz de plasmar en «Crónica de un fracaso – Afganistán, la retirada» la realidad que se vivió allí en los últimos 12 años hasta que todas las fuerzas occidentales abandonaron la zona y dejaron Afganistán a su suerte en manos de los talibanes.

Es también la historia de la frustación periodística y de la política mediática sin importar realmente el impacto que se tiene sobre seres humanos. ¿Son realmente más importantes 21 muertos en España que 10.000 en Afganistán? Absolutamente no, pero la cercanía acrecenta esta horrible realidad que nos aleja de los desastres de otros y donde los medios de comunicación se esfuerzan en captar la atención de los lectores mucho más que en contar lo que sucede y lo que no sucede.

Hacía mucho tiempo que no leía un libro con tanta intensidad y que ha hecho que lo terminara en tan solo tres días. Desde luego, no me equivoco si lo considero una obra maestra del periodismo crítico y a la vez una lectura imprescindible para entender la situación de Afganistán y de los intereses que mueven la geopolítica mundial en nuestros días.

Aun tengo pendiente visitar algún día el Minarete de Jam.

Dolce Far Niente, de Rafael Vallbona

He terminado de leerme «Dolce far niente. Una primavera toscana» de Rafael Vallbona, un pequeño libro de no más de 170 páginas que nos invita a parar y a contemplar la belleza del arte y de los pequeños detalles durante una estancia de unos meses en Siena, Italia.

El turismo de fotografía y de redes sociales está en el punto de mira en este ensayo o cuaderno de bitácora, no se muy bien como etiquetarlo, en contraposición al «slow tourism» (me acabo de inventar la expresión) alimentado por conceptos como volver al mismo café día tras día mientras observas a los transehuntes pasar o visitar y revisitar una galería de arte o iglesia y pasar tiempo en sus detalles y su historia.

En general hablamos de hacer que la vida transcurra más lenta, más sosegada y rebajar nuestro nivel de adrenalina diaria.

Lolita

He terminado de leerme «Lolita» de Vladimir Nabokov y ha sido muy decepcionante.

Publicada en 1955, está incluída en prácticamente todas las listas de mejores novelas de la literatura del siglo XX y no son pocos los críticos que la consideran «una obra maestra de la literatura universal contemporánea y un clásico moderno». Francamente, no lo entiendo.

«Una obra maestra» debería ser algo que cuando lees, te gusta, te transmite o te hacer sentir algo, y que al terminar dices «wow». Desde luego no es el caso de Lolita.

Creo que se incluye en todas las listas por la polémica que suscitó en su publicación inicial o porque trata el tema de la pederastia en los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX o a saber porqué. Estoy absolutamente convencido que nadie que leyera la novela sin conocer su contexto o críticas recibidas podría decir que es «una obra maestra».

A riesgo incluso de que me califiquen dentro del selecto club de lectores incultos, diré que además de todo lo anterior, el libro es difícil de leer, con gramática rebuscada y narración lenta hasta el insomnio.

Desde luego, nada que ver con Michel Houellebecq, Niccolò Ammaniti o clásicos como Joan Sales, Márquez y Tostói.

Soviéticos, Americanos y Afghanistan

Uno de los libros que estoy leyendo actualmente es «The Reagan Diaries» que básicamente es la recopilación de todos los diarios que escribió Ronald Reagan durante sus 8 años como presidente de los Estados Unidos.

En su página 386, el viernes 24 de enero de 1986, escribió lo siguiente:

«Over to the Oval Office for staff & NSC meetings & then 5 Afghan children were brought in. They were mere babys, but all victims of Soviet bombings. One little girl with her face virtually destroyed. Three with one arm each & one with only one leg. I’d like to send photos to Gen. Sec. Gorvachev»

Poco imaginaba Reagan que apenas 15 años después, Osama Bin Laden y sus amigos, que habían sido entrenados por la CIA para combatir a los soviéticos en Afghanistan, decidirían atacar a los Estados Unidos en su territorio el 11 de septiembre de 2001. Este hecho justificó la invasión de Afghanistan por parte de las fuerzas norteamericanas así como los más de 15.000 muertos civiles, 10.000 de ellos atribuídos directamente a Estados Unidos y sus aliados.

Ronad Reagan murió en 2004 probablemente sin haber llegado a enviar nunca ninguna foto de las víctimas de su propio país al hijo de uno de sus mejores amigos, el presidente George W. Bush.

Hiroshima, de John Hersey

En 1946, John Hersey publicó un artículo periodístico en The New Yorker describiendo detalladamente como habían vivido el lanzamiento de la primera bomba atómica seis habitantes de Hiroshima. En 1985, casi cuarenta años después, se añadió un quinto capítulo que continuaba con la narración de la vida de los seis protagonistas.

Es probablemente uno de los libros más importantes que he leído en los últimos años por su rigor periodístico y porque se limita solamente a la descripción de los hechos dejando para el lector las opiniones y reacciones a lo que fue el bombardeo, el conflicto bélico, la ocupación americana posterior y la extraña conexión entre guerra y paz.

Sin ningún género de dudas, es un libro que deberías leer y sin el cual nuestro mundo actual se descontextualiza.

Michel Houellebecq

No había oído su nombre hasta que Maria lo nombró hace tres o cuatro meses. Estaba a punto de terminar el libro que me estaba leyendo así que después de leer su última página comencé con «Las partículas elementales» y con el mundo de Michel Houellebecq, un mundo gris, a veces depresivo y desconocido que en algunos momentos roza la pornografía y el delito y que no deja indiferente a nadie.

Casi sin darme cuenta había terminado su primer libro y estaba comenzando con «La posibilidad de una isla» que solo puede calificarse de obra maestra contemporanea e incorporase al selecto elenco de escritores que se seguirán leyendo dentro de unos siglos.

Y es que «La posibilidad de una isla» no te deja indiferente y por eso mismo debería ser una lectura imprescindible para todo aquel que no esté buscando best-sellers aburridos de novela histórica en los que lees uno y los has leído todos (salvo muy honradas excepciones).

Si estás o eres débil o símplemente estás pasando una mala racha en la que el mundo te parece una mierda, mejor que dejes la iniciación a Houellebecq para otro momento.