Altenburg

El fin de semana pasado lo pasé en Altenburg, Alemania, una pequeña ciudad en la antigua RDA donde aun es visible la decadencia que afectó y sigue afectando a esta parte de Europa.

Fuimos a parar a Altenburg porque encontramos un billete muy barato de Ryan Air para volar a esta desconocida ciudad y tras ver unas cuantas fotos nos convenció. La ciudad es muy bonita, antigua, tranquila y sobre todo muy barata. Una cena en el mejor restaurante de la ciudad en la plaza mayor nos costó 35 euros, dos personas.

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El aeropuerto de Leipzig-Altenburg es el más pequeño que he visto nunca jamás y por no tener, no tiene ni una sola DutyFree. Fue remodelado a partir de un viejo aeropuerto militar del que aun se conservan un montón de hangares y búnqueres camuflados entre la maleza.

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Altenburg es la base perfecta para visitar algunos pueblos y ciudades vecinas como Gera o Magdeburg.

Casualidades en Alemania

Corría el año 1996. Yo trabajaba en el Instituto Catalán de Tecnología en el área de I+D y necesitábamos una persona para el departamento. Por aquel entonces, no existían servicios como Infojobs o Monster y lo que se llevaba eran las listas de distribución de búsqueda de empleo. El lider en ese año era Ofer-Trabec (que continúa existiendo aún) así que envíe la descripción del puesto vacante para ver si encontrábamos a la persona que necesitábamos.

Recibimos bastantes curriculums y la gran mayoría los desechamos (cortesmente, claro). Recuerdo una chica que nos envió 6 o 7 emails de forma insistente diciéndonos que estaba muy interesada en venir a trabajar con nosotros pero francamente no tenía el perfil que buscábamos. Finalmente, y por casualidad, le pase el CV a mi compañero Francesc Muñoz, que estaba arrancando ICTnet y al cabo de unas semanas fue contratada para el servicio de soporte a usuarios y tuve la oportunidad de conocerla.

Pues bien, esta semana en Alemania he conocido a Jesús Sanz de las Heras, de RedIris (perteneciente a RED.ES), que en 1996, entre otras cosas, era el administrador de Ofer-Trabec.

La chica «pesada» a la que conocí gracias a Ofer-Trabec se llamaba Mónica y es mi mujer.