El Puente de Moscarales

A unos 15 minutos andando desde Boltaña nos encontramos uno de los sitios de referencia del municipio que mucha gente desconoce y que considero de imprescindible visita.

La forma más fácil de llegar es la menos agraciada por lo que mi recomendación es dejar el coche en el Convento del Carmen o en el Camping Boltaña y caminar un sendero durante unos 30 o 15 minutos, dependiendo de donde hayamos aparcado, hasta que lleguemos a una pequeña zona de picnic muy integrada en el entorno junto al imponente puente románico de Moscarales.

Puente de Moscarales eb Boltaña

El puente no está excesivamente documentado pero se cree que su primera construcción sea del siglo XI aunque muy probablemente haya sufrido muchas modificaciones en estos 1000 años. En todo caso, su belleza es innegable.

Puente de Moscarales en Boltaña

Para los que vengais por el camino bonito junto al rio Ara desde el Convento del Carmen o por el Camping, tened en cuenta que los metros finales son un poco complicados si no eres muy ágil o si vas con niños. En todo caso, cálzate unas buenas zapatillas con buen taqueado para evitar resbalar y caerte al rio.

La ubicación del puente en Google Maps es esta y si quieres más información puedes consultar Cazando Puentes.

Fiestas de Boltaña de 1974

Hace unas semanas recuperé de casa de mis padres el programa de las «Fiestas de la Convivencia» que se celebran en Boltaña (Huesca) en agosto de cada año.

Programa de las Fiestas de Boltaña de 1974

La verdad es que es realmente interesante leer los artículos y apreciar la gran diferencia que existe con la forma de expresarse hoy en día pese a que muchos de los problemas, en la presentación de las fiestas, por ejemplo, continuan siendo muy vigentes.

Planificación de las fiestas

En el programa detallado, los actos religiosos aparecen como el evento más destacado como no podía ser de otra forma aunque combinados con mucha música y baile.

Algunas fotografías de Boltaña en 1974

Las fotografías, aunque de mala calidad, también juegan un papel importante, como el puente de la portada que une la carretera nacional con Margudgued y el Sanatorio y que se debió inaugurar ese año. Antes, la forma de acceso habitual era a través de un puente colgante de madera.

Los Sampietro de Boltaña en 1890

Gracias al censo electoral de la provincia de Huesca de 1890 (puedes encontrarlo en el Portal de Documentos y Archivos de Aragón), he podido acceder a todos los Sampietro del municipio de Boltaña y no solo a los de Margudgued que ya tenía desde hacía 10 años.

NombreEdadPuebloProfesiónLeer/Esc.
Antonio Sampietro Naval48MorilloJornaleroNo/No
Joaquín Sampietro Villacampa46MargudguedLabradorNo/No
Ramón Sampietro Campo??BoltañaJornaleroNo/No
Mariano Sampietro Villacampa52AscasoLabradorNo/Sí
Ramon Sampietro López27AscasoJornaleroNo/No
José Sampietro Villacampa65Boltaña
(C/Lerañoto, 6)
JornaleroNo/No
José Sampietro Viu28Boltaña
(C/Lerañoto, 6)
JornaleroNo/No
Ramon Sampietro Valero70BoltañaLabradorNo/No
Manuel Sampietro Villacampa58AscasoLabradorNo/No
Antonio Sampietro Monclús30AscasoLabradorNo/No
Sampietros en Boltaña y aldeas de Boltaña en 1890

Lo más interesante del censo son los «Sampietro Villacampa» de Ascaso, Boltaña y Margudgued, que probablemente sean hermanos (Joaquín era mi tatarabuelo) y dado que es justamente en Ascaso donde existen 2 de estos hermanos, podría ser que ese fuera el pueblo origen del padre de los cuatro aunque de todas formas intentaré encontrar más censos antiguos a ver si descubro algo.

Nótese, también, que ninguno de ellos era capaz de leer y tan solo uno podía escribir aunque se me hace difícil imaginarlo…

Pascual Villacampa del Campo

Según cuenta José María Entablés Elduque en Margudgued.org, el 28 de septiembre de 1755 Teresa Raso Mora, de Margudgued, se casó con Pascual Villacampa del Campo, de Boltaña, en la iglesia de Margudgued.

Aunque no lo he podido precisar con seguridad todo parece indicar que Pascual era el tatarabuelo de mi tatarabuelo Joaquín Sampietro Villacampa, nacido en 1844. El hecho de que fuera de Boltaña y que se trasladase a vivir a Margudgued parece indicar que todos los «Villacampa» de Margudgued deben ser descendientes suyos.

O Viento Rondador

Este fin de semana estuve en Boltaña, en el Pirineo de Huesca, corriendo en la carrera de montaña «O Viento Rondador». Al final, poco más de 3h 26′ para una distancia de casi 28 kms y un desnivel acumulado de 860 metros positivos. Aquí dejo esta foto de auténtica velocidad entrando en el bonito y abandonado pueblo de Jánovas.

Entrada a Jánovas
Entrada a Jánovas

Aquí Comenzó Todo: en Sampietro

El próximo domingo estaré en Ainsa en la Ascensión a la Peña Montañesa. El sábado intentaré convencer a mis compañeros de fin de semana para que vayamos a Sampietro (donde presumiblemente comienza la historia de los Sampietro), un pueblo abandonado hace más de 400 años en el centro de un verde valle flanqueado por arroyos.

sampietro2.jpg

Siguiendo por el camino que va desde Boltaña a Morillo de Sampietro (pasando junto al Mesón del Piojo), hay que dejar el coche en una curva cerrada a la derecha, justo cuando empezamos a descender del pequeño collado que tenemos que salvar. Justo en ese punto existe la indicación del sendero PR-HU 44 que nos guiará después de un pequeño paseo de 30 minutos hasta Sampietro (995 m. sobre el nivel del mar).

sampietro.jpg

Cuentan las crónicas que el pueblo fue abandonado repentinamente sobre el 1600, según censos de la época. Hay varias hipótesis para lo ocurrido aunque en el fondo concurren en la misma y única idea de que sus habitantes se revelaron contra la administración pública.

El detalle de la historia cuenta que después de varios años sin pagar impuestos, un día cuando todo el pueblo estaba reunido en la iglesia entró el ejército y mató a toda la población excepto a dos mujeres que estaban con el ganado fuera del pueblo. Dichas mujeres pidieron asilo en Morillo de Sampietro y les fue negado; entonces fueron a Buerba y Vió.

Desde entonces todos los campos colindantes (a terrazas) de Sampietro han sido cultivados por los habitantes de Vió. Como era un largo camino de ida y vuelta, optaron por conservar las casas de Sampietro para poder ir algún día durante las labores de siega, pastoreo, etc.

Resulta interesante observar la pobreza extrema de estos habitantes a juzgar por sus moradas.

Justicia en Boltaña en el Siglo XVII

(Original de Manuel López Dueso, publicado en el Programa de las Fiestas de la Convivencia de Boltaña, 2003)

La historia arranca en Boltaña (Huesca), en el año del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1615. El año anterior había habido malas cosechas, lo que incrementaba el número de casas pobres, que como se señala en algunos documentos «pasan con necesidad y pidiendo por las puertas». La limosna, sentimiento cristiano, era ejercido por la Iglesia y las «casas» ricas sirviendo como freno a la tensión social que provocaba la desigualdad social. A tales hechos se puede unir un viejo conflicto, el del Concejo de Boltaña con los monjes de San Juan de la Peña y la «honor» de Matidero por los términos de Fartue y Pacosduerrios, que ya en 1576 había conducido a que el Justicia de Serrablo tuviera que intervenir para evitar que se produjesen muertes entre los vecinos de Boltaña y los de Matidero, donde se vieron implicadas cuadrillas de bandoleros, produciéndose asaltos y robos.

A comienzos de abril de dicho año, en la «casa del concejo», donde solía reunirse tal asamblea, en la sala -la antigua biblioteca, en cuyas paredes aún restan, bajo capas de cal, restos de pinturas murales-, presidida por el Justicia, el cual era entonces Matheo Duesso, que portaba la vara que le identificaba como tal, y junto a él, los Jurados o consejeros de la Villa, elegidos anualmente, con su «ghia» o «chia», banda que los identificaba como tales. Y junto a ellos, el notario, con sus folios, plumas y tinta, listo a levantar acta de lo que allí se decidiera.

Encadenados, empujados por el carcelero de la villa de Boltaña y acompañados de los Jurados de Sieste, comparecieron dos personajes, Pedro Sarrablo y Domingo Sasse, dos vecinos de Sieste, pues por ser Sieste lugar de la jurisdicción de Boltaña, debía juzgarlo el Justicia de Boltaña, según las «ordinaciones, estatutos y desafueros» de la villa, especie de reglamento local. Tras iniciar la sesión, encarándose a los reos y «criminosos», el procurador fiscal de la villa, procedía a acusarlos de sendos robos. Así se iniciaba el proceso contra estos dos personajes, encarcelados en las «cárceles de la villa», durante varios días, en que fueron interrogados testigos y realizadas diversas actuaciones judiciales.

Los dos presos eran lo que hoy llamaríamos unos «desgraciados», rateros de poca monta, procedentes de casas pobres, cercanas a la necesidad de limosna, cuyo futuro les orientaba a este tipo de delincuencia de bajo nivel, o llevarles hasta el bandolerismo, aunque en casos estas familias o «casas» tendían a emigrar a alguna ciudad, donde sobrevivir mendigando y de lo que las instituciones eclesiásticas pudieran suministrarles. El delincuente era definido como una persona desprovista de temor a Dios, al Rey y a sus oficiales y en este caso al justicia de la villa, «reo y criminoso», personas de «mal vivir», pero que atenazados por la «fama pública» serían pronto acusados. Una «fama» que cuando resultaba «mala», cuando eran «difamados» o «acusados» podía conducir a su identificación con el temido mundo de la brujería, que ya había provocado y provocaría varias muertes en Sobrarbe (en 1536 en Broto, 1544 en Laspuña o hacia 1620 en Bielsa), donde personas, por su «mala fama» eran acusadas de homicidios y envenenamientos, obra de «bruxas».

A Pedro Sarrablo le acusaban de haber robado una noche los manteles de uno de los altares de la ermita de Sancti Espiritus -en 1651 se fundaría en dicha ermita un monasterio que hoy conocemos como el «sanatorio»-. Él señaló que dicho robo lo había cometido junto a un vecino de Castellazo, que fue quien le incitó, señalándole que el día 29 de marzo había habido mucha gente en dicha ermita y que el arca con las limosnas debía estar llena. En la noche, rompiendo los barrotes de una ventana, se introdujo en la ermita y robaron los manteles (cuyo valor superaba los 20 reales), que escondió el dicho Pedro en su casa y donde fueron hallados escondidos dentro de un urna. Uno de los testigos le acusó también de que hacía años había robado en Torrellola unos vestidos, que vinieron de dicho lugar a reclamar a casa del acusado, donde su mujer, quien nada sabía, registró la casa hallando escondidos los vestidos que devolvió. Sencillos hurtos, manteles y ropas para alguien que no debía poseer con que vestirse apenas.

A Domingo Sasé le acusaban de haber robado 10 ó 12 gallinas del rector de Sieste, así como otros tantos panes, y como señala el notario «que según los panes que se acostumbran a haber en esta tierra son de valor y estimación», lo que viene a reflejar el hambre y lo escaso del pan, aunque no especifica si era pan blanco, de trigo, o de centeno o mixto, que era más común. Las gallinas, escondidas en una talega, fue pronto a venderlas, por Margudgued y Boltaña, para lograr deshacerse del botín. En las declaraciones de los testigos, que en muchas ocasiones no son más que los rumores que «han oído decir» o lo que la «fama pública» -qué diferente concepto de la «fama», si hoy consideramos quienes son los «famosos» en este país-, uno de ellos le acusó de robar de un «molino farinero» que tenía, un «ceril/o de madera, destrales y maas», así como otros bienes y leña, que recuperó en la casa de éste.

Mejor reflejo de su pobreza y de lo candoroso de sus delitos, queda reflejado en las declaraciones de los testigos donde le acusan de que hacía 3 ó 4 años, éste enviaba a su mujer a recoger olivas en los olivares de los vecinos. Estos sospecharon al verle en el torno de Boltaña en la molienda, preguntándole como es que si no tenía olivos, llevaba olivas a hacer aceite. Él respondió que se las había dado o vendido un sobrino suyo de Morcat, el cual, preguntado, respondió ser esto falso. Descubierto el engaño, Domingo Sasé arguyó que procedían de las que quedaban tras «abata lar» y las «cogidas» de la oliva llevadas a cabo por sus propietarios, (a los pobres se les permitía recoger las que restaban por el suelo tras las cogida de la oliva), pero debía ser tan elevada la cantidad que no le creyeron («Se admiraban y espantaban que no podía racimor y recoger en cada un año tantas olibas como recogía»), y reunidos en Concejo los vecinos de Sieste, le obligaron a entregar 5 ó 6 «dozenas» de aceite para la «luminaria» de la iglesia de Sieste». Otros testigos le acusaron de entrar en los huertos y robar hortalizas, así como de los árboles frutales, leña, y en la iglesia y la ermita de S. Espíritu, los cirios y cera.

La condena, aplicada por orden del justicia -asesorado por sus Consejeros para tales juicios-, consistió en que fueran «paseados y llebados por los lugares públicos y acostumbrados de la presente villa, con voz de pregón, llevando Pedro Sarrablo los manteles por él hurtados y Domingo Sase dos gallinas». Un día siete de abril, por las calles de Boltaña, entre el polvo y el barro, avanzaría la comitiva, encabezada por el pregonero o «corredor público», que iría proclamando al viento la sentencia, seguido por el carcelero y sus hombres, armados, mientras encadenados, cabizbajos, portando aquellos manteles y gallinas que eran prendas de sus delitos, Pedro Sarrablo y Domingo Sasé serían escoltados por grupos de niños que les empujaban, insultaban y arrojaban piedras, pellas de barro, restos de vegetales recogidos del suelo de las calles, correteando entre el grupo, expulsados por los hombres armados, entre las mofas, burlas e injurias de algunos hombres y mujeres y el silencio de otros vecinos. Además, serían desterrados de la villa y su jurisdicción, Pedro Sarrablo durante 6 años, y Domingo Sasé por 3 años (la diferencia se halla en el carácter «sacrílego» del delito de Pedro Sarrablo), debiendo pagar las costas del juicio y siendo azotados y desterrados a perpetuidad si volvían antes de tiempo a la villa. Hay que considerar que esto supondría para estos «delincuentes», el vagar por el Reino, recurriendo a la mendicidad o al bandolerismo, mientras que sus mujeres, casi consideradas como viudas, «marcadas» por tales delitos, por la «fama pública» que les perseguiría en el pueblo, mal- vivirían de la mendicidad o se verían a irse del lugar junto a sus maridos.

No era una condena excesiva, pues como recuerdan los testigos, en los últimos años, habían visto azotar a dos «ladran es de la tierra /lana y un gascón, y otro gascón desterrado», así como varias mujeres (¿acusadas de brujería?).

Otro testigo añadía haber visto «aorcar […] dos gascones que mataron al retar de Sieste». En la memoria de las gentes de Boltaña, sólo se recordaban delitos cometidos por gentes foráneas, que no forman parte de la comunidad -las mujeres eran una parte marginal de la sociedad-. Unas ejecuciones y actos públicos del cual «disfrutaban» adultos y niños, como espectáculo público.

De aquella historia, de aquellos hechos, sólo quedan dos cuadernillos de papel en el citado Archivo, pero que nos hablan de otros tiempos, tal vez no tan diferentes de aquellos que se reflejaban en una dijenda del siglo XIX:

«No vayas ni por trigo a Vió,
ni por conciencia a la Solana,
ni por vino a la Ribera,
ni por justicia a Boltaña.»